Vivir en sociedad es adaptarse no sólo a las normas legales sino también a los usos y costumbres del lugar. O mejor dicho, a las buenas costumbres y formalidades que ayudan a la buena convivencia. Buena parte de problemas nos ahorraríamos siguiendo simplemente dos pautas: Cumplir con la normativa existente y guardando las más elementales normas de educación e incluso las no tan elementales (seamos generosos). Aunque en una sociedad existen innumerables normas y leyes, a veces imposibles de conocer y entender, no es menos cierto que existen por algún motivo. Probablemente han surgido y tienen un origen más que justificado porque en el pasado más alejado ya surgieron problemas similares que tuvieron que solucionarse de alguna manera. Incluso la solución dada en un principio se quedó «corta» y se ha tenido que ir perfeccionando hasta que han llegado a nosotros. Por tanto la ley que nos encontramos es la «mejor» que hemos podido elaborar, sin perjuicio de tener igualmente que mejorarla en un futuro ante nuevas situaciones. Podemos llegar a la conclusión pues, que si existe una ley y aunque parezca lo contrario se ha creado con la sana intención (vamos a pensar bien) de solucionar o por lo menos mejorar nuestra vida. Démosle una oportunidad y cumplámosla. Mal no nos podrá ir. Lo más que nos puede pasar es que pasemos por una «burocratización» de una gestión que tengamos que hacer en cumplimiento de la ley que conlleve gasto de dinero y de tiempo (y en ocasiones malhumorarnos). Con este planteamiento lo que quiero decir (ya relacionándolo con el título de este post y en concreto con el concepto de propiedad) es que si cumplimos con las normas legales (administrativas, legales, fiscales , urbanísticas, etc…) nos irá mucho mejor. Por un lado porque tendremos la seguridad jurídica que nuestra propiedad no incumple ninguna normativa y por otro lado porque se antoja necesario el cumplimiento de la norma ya que realmente nuestra propiedad ganará en confort, seguridad, salubridad, ahorro, etc…Si a esto le añadimos el cumplir con las buenas costumbres de convivencia y educación, el «pack» está completo. Las probabilidades de entrar en conflicto se reducen drásticamente. Ahora bien, presuponiendo que cumplimos con estas dos máximas y lo hacemos (que no es fácil), ello no quita para tener una actitud «inquieta» ante los problemas diarios . Debemos ser implacables en defender nuestros intereses como ciudadanos, usuarios, consumidores o propietarios. Por tanto, estemos atentos y críticos ( de forma constructiva) con la actividad legislativa, política y judicial para hacer valer nuestros derechos y alzar la voz participando activa y democráticamente a través de los mecanismos existentes para intervenir en los asuntos que nos conciernen en pro de nuestro futuro y el de nuestros descendientes. Hagámoslo!!!